El padre, un hombre envejecido y medio ciego que posee el título de coronel en la aldea, siente la obligación de enterrar al recientemente fallecido doctor, a pesar del consenso que hay en Macondo de que debería pudrirse en la casa esquinera en la que él había vivido completamente aislado durante la última década. La hija, Isabel, es obligada a acompañar a su padre, sabiendo que ella y su hijo tendrán que hacer frente a la cólera de sus vecinos en Macondo. La narración del nieto, por otro lado, se enfoca en lo misterioso y lo maravilloso de la muerte.
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